lunes, 27 de diciembre de 2010

Los propósitos para el nuevo año

Según se inicia un año nuevo –también nos pasa cuando volvemos de vacaciones- nos hacemos una larga lista de propósitos para la nueva temporada. Que si dejar de fumar (esto va a ser fácil este año), que si apuntarnos a un curso de inglés, que si volver al gimnasio, que si empezar el régimen… Sin embargo, pocas veces nos proponemos algo que mejoraría mucho nuestra vida, el ser un poco mejores.
Pero no me refiero a que nos apuntemos a una ONG o nos hagamos socios de alguna organización solidaria –que también-. Me refiero a que entre nuestros propósitos para el nuevo año deberíamos incluir acciones sencilla que mejorarían nuestro día a día y también el de la gente que tenemos más cerca y, quien sabe, si granito a granito conseguiríamos de verdad un mundo mejor.
Así, por ejemplo, se me ocurre como propósitos para el nuevo año:
1.-Intentar ser más amables con esos familiares pesados que nos encrespan, con esos compañeros de trabajo que no aguantamos, con esos vecinos insoportables…
2.-Vencer la pereza que nos impide cumplir con nuestras obligaciones.  Limitar los cafés y los cigarritos para escaquearnos del trabajo, dejar de inventarnos reuniones para no llegar a buscar a los niños al colegio o a recoger la compra, o excusas para no visitar a ese amigo enfermo…
3.-Dejar de adorar el dinero y malgastarlo en cibercompras –o lo que sea- que luego dejamos aparcadas en un cajón.
4.-Dejar de creernos el ombligo del  mundo, seguro que alguna vez estamos equivocados. La humildad es una gran virtud.
5.-Aprender a escuchar. Haremos muy feliz a nuestro interlocutor.
6.- Ser más respetuoso con los demás conductores, que los atascos son para todos y todos tenemos prisa.
7.- Ser más cariñosos con los mayores. Reconocer que su experiencia es un grado.
8.- Ser más generoso cuando nos cruzamos con los desfavorecidos: los ‘sintecho’, aquellos que nos piden unas monedas en los semáforos, los músicos del metro, los desfavorecidos de nuestro día a día.
Y así, unas cuantas acciones más que sin duda devolverían al mundo unos cuantos valores que de un tiempo a esta parte hemos perdido.

martes, 21 de diciembre de 2010

Estado aconfesional; Navidad para todos

Resulta que todos estamos deseando que lleguen las vacaciones de Navidad.
Pero creo que este estado aconfesional que nos ocupa debería cambiar el nombre de estas vacaciones y poner cualquier otra cosa más aséptica. También las podría suprimir ya que la mayoría de la gente no debería tener reparo en trabajar el 25 de diciembre o el 6 de enero, teniendo en cuenta que sólo son fiestas para los cristianos. Podríamos conformarnos con librar el 1 de enero para congratularnos que llega un nuevo año.
 
Sin embargo, cuando llega este tiempo nos damos cuenta de que no somos tan aconfesionales porque los ayuntamientos siguen engalanando las calles con motivos navideños, los ciudadanos seguimos reuniéndonos en familia para cenar el 24 de diciembre, porque seguimos poniendo el belén en nuestras casa y porque seguimos soñando con los regalos de Reyes… ¿De verdad que somos aconfesionales?

Yo creo que no. Me temo que es más una moda o una forma como otra cualquiera de hacerse el progre. Pero si lo somos o nuestro gobierno pretende que lo seamos entonces pecamos de incongruentes. Y si no queremos renunciar a la Navidad entonces también deberíamos comenzar a celebrar cualquier otra fiesta religiosa de cualquiera de las muchas comunidades que viven en nuestro país.

domingo, 12 de diciembre de 2010

La fábula del presidente más listo

Durante unos días he mantenido una encuesta en este blog en la que os preguntaba cual es vuestra principal preocupación en estos tiempos. Las opciones eran: el paro, la crisis de valores, que los políticos no estén a la altura o el futuro de los hijos. El 80% de los que votasteis afirmabais que lo más preocupante es la incapacidad de los políticos para gobernar.  
Estos resultados me recuerdan una fábula que leí hace tiempo y que os voy a contar.
En un país remoto todos los miembros del Ejecutivo tenían carrera universitaria, como la tenían también todo aquel que pretendía formar parte del Congreso y del Senado. Entre todos los aspirantes a presidente del Gobierno, que además debía superar los 40 años de edad, llegaba a gobernar el que disponía del más brillante expediente académico. También era imprescindible que dominase al menos dos idiomas además de su lengua materna. A su vez, el presidente del Gobierno elegía su gabinete entre los mejores economistas, abogados, médicos, ingenieros, juristas… para cada uno de los ministerios. Cuando acababa su mandato, el presidente no se retiraba sino que pasaba a formar parte de un consejo de sabios que ayudaba al nuevo presidente a dirigir el país. Y esto mismo también servía para los gobernantes de ayuntamiento y otras comunidades…
Y os preguntaréis y los ciudadanos ¿no votan? Podría deciros que para qué, si tienen los mejores en el Gobierno. Pero, sí, sí que votan, no para elegir a los políticos, como veis, sino para aprobar o rechazar las nuevas leyes (al menos las principales), los presupuestos de cada año… o para decidir algunas cuestiones de política exterior como por ejemplo si se hace o no una guerra o se entra en tal o cual organismo… Y además también se oye su voz, cuando cada cuatro años acude a las urnas para aprobar o suspender la gestión del gobierno.  
¿Políticamente incorrecto? Puede. Pero desde luego si mi humilde encuesta se hubiera hecho en ese remoto país no hubiera ganado la tercera opción, la de que lo que más nos preocupa es la incapacidad de nuestros políticos.   

viernes, 10 de diciembre de 2010

Que nadie me despierte del sueño del Mundial

Qué triste esto de Marta Domínguez. ¿Cuánto engaño hay detrás de nuestros deportistas? Quiero pensar que son unos pocos, que son el garbanzo negro… pero que pena. Por favor, que nadie nos despierte de sueños como el del Mundial de fútbol, el de Fernando Alonso, el de Nadal, el de Gasol… Que alguien nos despierte de la pesadilla de Contador o, ahora, de esta de Marta. 

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El ancho de banda más estrecho y más caro

Los españoles pagamos el precio más caro por la tiple conexión: teléfono + Internet + televisión frente a Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia, Portugal y Reino Unido, según un estudio de la OCU.

Por el contrario, somos los que ‘disfrutamos’ de un ancho de banda ‘más estrecho’, con una media de descarga de 2,77 megabits por segundo, ocupando el 26º puesto en el ranking mundial. Con países como Rumanía, Portugal, República Checa, Tailandia… por delante de nosotros. 

Mientras que Francia por el triple paquete se pagan 47,9 euros, en España abonamos una media de 94,39 por el mismo servicio.

Según este informe de la OCU hay un dato más que preocupa: las tarifas planas tienen los días contados.  

sábado, 13 de noviembre de 2010

De la YE a la Z... ¿y si la RAE fuera con H?

A los que nos gusta escribir o utilizamos el lenguaje escrito muy a menudo no ganamos para sorpresas porque la RAE vuelve a hacer de las suyas y nos cambia las herramientas cada dos por tres.

-Ahora resulta que ya no hace falta poner tilde en la o entre dos números, o sea que en vez de comprar 4 ó 5 manzanas puedo comprar 405 si no interpreto bien la nota que me deja mi hija para el supermercado.

-También hay algunos monosílabos que han perdido la tilde como: 'guión', 'huí', 'iríais', 'truhán', 'crié'... La cantidad de ceros que me habrán puesto por no escribir estas palabras como Dios manda… (bueno, como mandaba, porque ya, no).

También nos han cambiado el nombre de la letra Y y de la Z. La primera ya no se llama Y griega sino YE y la segunda se escribe a partir de ahora con C, o sea Ceta. Sin ánimo de ofender, lo de YE me suena un poco paleto. Y la W ya no se llama Uve Doble, sino Doble V. Pues vaya chorrada.

Los latinismos, esa palabras que nos hacen parecer un poco más cultos pues pasan a ser simplemente extranjerismos, con lo cual mejor dejar de usar cosas como: in situ, ex aequo, curriculum vitae, sine die, ex cathedra…

Ah, y quórum ya no es así, es cuórum, como el país Catar que ya no es Qatar

Y una que me afecta mucho a mí. La inicial de mi nombre ya no es CH, si no C. Es que hay que ahorrar. La CH y la LL dejan de existir como letras.  

domingo, 7 de noviembre de 2010

Buscando pareja entre los últimos de la guía de teléfonos


Resulta que ahora los españoles ya tenemos un nuevo tema de conversación para olvidarnos un poco de la nueva crisis que está agrandando nuestra ya eterna depresión. Un tema que como otras muchas veces nos propone el Gobierno: el orden de los apellidos del recién nacido.
La chorrada que se han parado a legislar nuestros gobernantes (claro como no tienen otra cosa mejor que hacer) es que a partir de ahora y si los padres no se ponen de acuerdo, los hijos llevarán el apellido cuya inicial esté por delante en el abecedario. Es decir que si yo me llamo Zapatero –es un suponer (lagarto, lagarto)- ya puedo despedirme de ese apellido porque mis descendientes terminarán llamándose Álvarez, Alonso, Aceituno, Acebo… o lo que es peor, Aguirre. Sí, sí, veo que en unas pocas generaciones la guía telefónica sólo tendrá gente en la letra A, bueno puede que también en la B, y que los sonoros como Ruíz o Sánchez o los tan ilustres como Unamuno, Picasso, Velázquez o Quevedo, por poner un ejemplo, se habrán perdido para siempre.  


Ay, de las grandes dinastías como llegue una nuera o yerno díscolo. Bueno, Botín no tendrá problemas, ni Adriá y los Borbones tampoco. Pero… los Osborne, los Urdangarín o los Rato… lo tienen claro. En fin…, siempre nos quedarán los Alberti, Alexandre, Baroja, Bécquer, Calderón, Cervantes… y con un poco de suerte, Galdós.
Esta nueva norma se apoya, dicen, en la igualdad. Que los hijos tienen tanto derecho a llamarse como el padre o como la madre. Vale, hasta ahí estoy de acuerdo. Pero eso ya puede ser ahora. Pues anda que no conozco yo a gente que ha invertido sus apellidos. En unos casos porque el segundo era más ilustre y en otros porque el primero era mal sonante.
Y si hay conflicto ¿Que qué hacemos? Pues, lo sorteamos o que decida el juez o que decida el hijo cuando sea mayor… pero nunca la del orden alfabético. Qué bajo hemos caído. Veo a más de uno con apellido ilustre buscando pareja entre los últimos de la guía telefónica. Y si no, al tiempo.

domingo, 31 de octubre de 2010

Mira que somos malos


Y cuando digo malos, no me refiero a asesinos o terroristas; me refiero a nosotros, a la gente de a pie, a todos y cada uno de los que nos cruzamos en nuestras vidas día a día. A los que no tenemos antecedentes penales pero ejercemos todo lo que podemos. Y para demostrarlo pondré unos cuantos ejemplos que a todos nos van a sonar:
EN EL TRABAJO:
¿A que todos tenemos algún compañero pelota que nos hace la vida imposible y lo único que sabe hacer es sonreír al jefe o ese que nos muestra su mejor cara en el trato diario para luego ‘vendernos’ al director cuando surge el más mínimo contratiempo, o el que no da ni clavo y siempre se las arregla para que parezca lo contrario…? En el trabajo hay muchos malos, como esos que boicotean los ordenadores, impresoras, máquinas del café… porque están descontentos y no quieren que nadie disfrute en la oficina.
Y si hablamos del jefe, no hay ninguno bueno. ¿A que el vuestro frunce el morro cuando le decis que tenéis que salir un poco más pronto porque tenéis hora con el médico o pone mala cara cuando llegáis tarde a causa del tráfico? Y luego a la hora de quedarnos más tiempo a causa del trabajo... ni las gracias. Si miramos bien, nos daremos cuenta de que eso no es un hecho aislado, que lo que podemos contar con los dedos de la mano son los compañeros o jefes majos.
EN FAMILIA
Casi peor. Cuando no es la familia política es la hermana envidiosa o el primo endiosado. Eso por no hablar de la mujer o marido despechados que te hace la vida imposible estés o no divorciado.
CON LOS AMIGOS
Las mujeres se odian al comparar sus bolsos, zapatos, complementos, ropa… con los de sus amigas  y eso si no nos ponemos a hablar de la cintura de avispa o curvas de vértigo  de fulanita y que “yo no sé cómo lo hace”. También hay otra versión, las que critican a su mejor amiga por lo gorda que está y lo incapaz que es de pasar todo el día a lechuguita y alcachofas.
Por el contrario, los hombres rivalizan por lo voluminoso de sus músculos, por su cabellera espesa, por el número de sus conquistas o el largo de su pene. Envidian el coche del amigo y el cargo en su empresa que “no sé como lo habrá conseguido si en la facultad no daba ni clavo”.
CON LOS VECINOS
El coche es el principal punto de conflicto. Criticamos al de enfrente por el BMW que se ha comprado “si no tiene donde caerse muerto”. Luego viene la envidia por el viaje a las Seychelles que se marcaron el verano pasado “cuando nosotros sólo hemos podido ir a Benidorm, como siempre”.  Pero también están los vecinos malos de verdad, los que no pagan la comunidad, dejan la basura en cualquier parte, dejan el ascensor abierto, no dan ni los buenos días, son ruidosos a deshoras y no nos pasan que el día de Nochevieja podamos estar hasta las cuatro de la madrugada con nuestros amigos en casa celebrando el año nuevo con el volumen de la tele un poco más alto de lo normal. “Claro, como ellos nunca salen, se mueren en envidia”, es lo más a mano que se nos ocurre pensar.
EN LA CALLE
Los malos de la calle son los que se cuelan en la cola del autobús, los que nos empujan en las escaleras del metro porque tienen prisa, los que se cree los amos del universo a los mandos de su deportivo en el atasco de hora punta…
Se me ocurren muchos más malos, y eso que no quiero hablar de los políticos. Por ejemplo, malo también es el funcionario o dependiente incapz de sonreír cuando estamos ante él consultándole alguna cosa. Malo también es el publicista o empresario que nos engaña con la publicidad para que compremos esto o lo otro. El fontanero que nos quiere cobrar una millonada por una chapucilla, el tendero que pone un papel supergrueso para envolver, antes de pesar, por supuesto, el kilo de naranjas...  
Normalmente, no queremos reconocer que todo esto existe y pensamos que sí que algunos son malos pero que la mayoría de la gente no es así. Pero ¿de verdad estás convencido? Te invito a un ejercicio. Escribe en un papel el nombre de la gente que conozcas, que forme parte de tu vida, gente que tienes su número en tu teléfono móvil, gente con la que comes a diario, sales los fines de semana, ves en el supermercado… Pon los buenos en un lado y los malos en otro. Te sorprenderá el resultado. Pero no te deprimas... contra eso practica la comprensión es lo mejor.

jueves, 28 de octubre de 2010

La jubilación para el que se la trabaje

Teniendo en cuenta que cada vez vivimos más, cada vez estamos mejor de salud, cada vez envejecemos más tarde… sí que deberíamos trabajar más años sin rechistar.


Si antes la esperanza de vida era de 75 años y nuestra vida laboral duraba hasta los 65; ahora que la esperanza de vida es de 85 deberíamos trabajar hasta los 75, por lo menos. Si viviéramos en un mundo ideal, nadie podría rebatir este axioma.


Pero como no vivimos en un mundo ideal, se me ocurren algunos argumentos para echarlo atrás. Porque también tenemos derecho a disfrutar después de muchos años de trabajo, o al menos el que quiera, porque es verdad que hay gente que nunca se jubilaría. Bueno, lo mismo esa es otra solución: dejar que la gente posponga su jubilación voluntariamente.


Pero:
Para empezar, si trabajáramos dos años más, ¿qué perspectivas hay de que nuestro puesto vacante vaya a parar a alguno de los parados que engrosan las listas del INEM??


Hace años, en tiempos de Felipe González cuando empezó a crecer el paro, el Ministerio de Educación alargó la enseñanza obligatoria en un curso para que los chavales tardaran un año más en incorporarse al mundo laboral. Era una forma de frenar el paro juvenil y no alcanzar los ¡2.000.000 millones! de parados que amenazaban a la sociedad española de entonces ¡Qué tiempos aquellos!


Ahora el problema del paro es mucho mayor y lo de colocarles a los jóvenes un curso más ya no cuela, pero desde luego lo de retrasar la edad de jubilación no hay por donde cogerlo si lo que se busca es aligerar las listas del paro.


Algunos dirán que el problema es ese, que si nos jubilamos a los 65 y vivimos más que antes pues que no hay sistema que pueda aguantar el volumen de pensiones que ello supone.


Y ¿qué tal si antes de alargar la edad de jubilación, acabamos de verdad con algunas otras prácticas que también sangran las arcas del estado? Por ejemplo, con las prejubilaciones (conozco varios casos de 50-55-60 años), con la mala distribución de los impuestos (ayudas a sectores como el del carbón, por ejemplo), con los parados subvencionados (ya saben, lo del PER de Andalucía, por ejemplo), con el abuso de la Seguridad Social por parte de extranjeros (¿cómo lo llaman? ¿Turismo sanitario?), con el fraude a Hacienda (de folclóricas y de los que no lo son), con la economía sumergida (esos 'profesionales' que después de hacerte un trabajo –carpintería, albañilería, fontanería…- te dicen eso de “con IVA le saldrá un poco más caro”), con la fuga de capitales (que no sean sólo los curritos los que paguen sus impuestos), con la corrupción de los políticos (anda que no ahorraríamos si algunos dejara de llenarse los bolsillos ilegalmente a costa del contribuyente), con la duplicaciones de las funciones en la Administraciones, con algunos cargos públicos elegidos a dedo y con un sin fin de fraudes que son vox populi y me quedo corta.


Desde luego. Pues, eso… cuando se acabe con todo esto entonces si seguimos sin dinero puede que sea hora de pensar en las jubilaciones.


Bueno y después de estas reflexiones que, por otro lado, todo el mundo sabe y para desintoxicar copio aquí un chiste que me enviaron el otro día. Que no viene mal una risa:


Un día me dio un infarto, mi mujer llamó a una ambulancia pero los camilleros no podían bajarme por la escalera porque tenían 65 y 66 años y padecían reuma y algunas cosas más.
El conductor de la ambulancia tenía 67 y como no veía mucho chocamos con un autobús lleno de niños.
El conductor del autobús, de 67 años, murió en el acto y unos obreros de una obra, de 66 años, no pudieron rescatar a los niños porque les dolía la espalda.
Llegué al hospital y la enfermera, de 66, se equivocó de archivo porque sólo pensaba en sus nietos.
El médico que me operó, de 67 años, se dejó la dentadura postiza dentro de mi pecho.
Ahora ya estoy bien, tengo 35 años y podría realizar cualquier trabajo pero estoy en paro.

domingo, 24 de octubre de 2010

¿Qué hago con mi tele?

Cada vez que me siento en el sofá de mi casa y miro la tele, me refiero al aparato apagado, hago un esfuerzo para convencerme de que algún contenido de la ‘maravillosa’ TDT me va a interesar. Siempre caigo y la enciendo. Empiezo a zapear y me encuentro a un cocinero de pro enseñándome cómo se hace la tortilla desestructurada o el solomillo al nitrógeno líquido. Pico un segundo, metafóricamente hablando, claro… pero termino convenciéndome de que nunca pasaré de saber freír malamente ese par de huevos que me hago algunas veces para cenar. Entonces, pulso el botón del siguiente canal. Ahí está Mr. Vaughan, tan atractivo y comunicador como siempre. ‘Vale’, me digo, ‘voy a refrescar mi inglés’. Pero, claro, al poco me canso, llevo todo el día trabajando y no tengo el cerebro para mucho vaivén. Entonces intento buscar un telediario, a ver si me entero de alguna noticia. Craso error: entre las informaciones de la crisis, de los desfalcos de las folclóricas, de los desastres naturales y los asesinatos en masa, me entero, según sea la cadena que haya elegido, que el gobierno es más o menos bueno y la oposición más o menos pésima o viceversa, que también los hay.
… Qué ilusa soy, pienso, cómo puedo creer que puede haber algún informativo objetivo y que no obedezca al interés político que más pague. Entonces, sigo con mi zapping, a ver si encuentro alguna película que merezca la pena. Sí, a veces la encuentro, pero cuando veo el primer cuarto de hora y me enfrento a los 20 minutos de anuncios que le siguen me pierdo y ya no sé si el bueno es el rubio o la chica la ladrona… Total que vuelvo a cambiar de canal. Y, ahí están, los realitys show, o esos programas que todo el mundo insulta a todo el mundo, en el que los famosos sacan sus trapos sucios o en el que gente corriente nos recuerda lo bajo que puede caer el ser humano. Entonces, me armo de valor y la apago. Me quedo mirando el aparato ya sin vida y me lamento de que ahora sean tan finos porque ya ni siquiera sirven para poner encima el famoso toro de Osborne. Definitivo, me engancho a las series en DVD, para amortizar la adquisición del aparato, claro. Pero de esto ya hablaré otro día porque de momento no sé si comprar las películas o descargarlas de internet. Eso merece otra reflexión.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Tabaco, políticamente incorrecto. Impuestos pero que muy correctos

Antiguamente los buenos de las películas siempre salían fumando. Fumar era un estatus, una postura que nos hacía más elegantes, más interesantes… y nadie hablaba de que era bueno o malo para la salud. La verdad es que entonces, y hablo de hace 40 ó 50 años, el tabaco no era mucho peor que atiborrarse a bombones, por ejemplo, y engordaba mucho menos. Mi abuela fumó durante toda su vida –Bisonte sin filtro- y murió con 93 años. En el fondo, lo que ella fumaba no dejaba de ser unas hojas de una hierba cultivada bastante naturalmente.

Sin embargo, eso ahora ha cambiado, como la sociedad misma.
Con la bonanza de años anteriores, la sociedad se ha vuelto más ambiciosa y con ella todos nosotros, que ahora queremos ser ‘mejores’, pero no hablo de valores sino de ser más pudientes. Y cuando hablo de la sociedad, hablo de la gente y de las empresas, y claro, en este caso, tengo que hablar de las tabacaleras.

Veamos:

En los últimos tiempos, el tabaco ha dejado de ser tan natural como antes porque las compañías tabaqueras, en ese afán de ser ‘más pudientes’ han matado la gallina de los huevos de oro aumentado la dosis de nicotina, alquitrán y cualquier componente que cree adicción para que el que caiga ya no pueda escapar. Sin embargo, el tiro les ha salido por la culata porque estos componentes nocivos han empezado a jugar con la salud privada y la Sanidad Pública a darse cuenta de la cantidad de dinero que se emplea en tratar a personas enfermas por causa del tabaco.

A partir de aquí, junto con la concienciación que ya empezamos a tener todos de que hay que cuidarse, se ha desatado la guerra del tabaco.

Los no fumadores se defienden con razón de que no tienen porque fumar si no quieren, los fumadores dicen que por qué van a dejar de fumar si no es ilegal. Y aquí está el quid de la cuestión. ¿Por qué no es ilegal si es tan nocivo para la salud? Todos lo sabemos, por la cantidad de dinero que se embolsa el Estado, ese mismo organismo que ha aprobado la ley antitabaco, con los impuestos de cada cigarrillo.

De esta manera, la guerra del tabaco es una batalla que las administraciones ha trasladado a la calle para que la libren fumadores contra no fumadores (o viceversa), una guerra sin cuartel en la que el Estado saca su lado más fariseo, o sea hipócrita: prohíbe porque es lo políticamente correcto pero al tiempo alarga la mano para cobrar sus buenos impuestos.
Con el alcohol pasa lo mismo y esto no ha hecho más que empezar… marihuana, hachís, coca… Tiempo al tiempo. Todo sea por los impuestos…

martes, 5 de octubre de 2010

¡Cuidado! Trogloditas al volante

Hay un estudio que me gustaría que hiciera algún psicólogo: ¿Por qué los hombres se vuelven trogloditas cuando se ponen al volante?

Y digo hombres en general, porque aunque cada día hay más mujeres en esta categoría bien en verdad que la mayoría de estos ‘trogloditas’ motorizados pertenecen al género masculino.

He estado pensando sobre ello y sólo he llegado a una conclusión: es una reminiscencia de nuestros antepasados los cavernícolas, cuando provistos de un palo se lanzaban a cazar el bicho más grande que encontraban en su camino y así, de paso, demostraban su gran hombría.

Para el hombre moderno, el palo de los trogloditas es el coche. Un artefacto que además de llevarnos a sitios sirve para demostrar la hombría de quien lo conduce.

Que levante la mano quien no haya oído algeste tipo de frases alguna vez (o quien no la haya dicho).

“Yo hago Madrid-Valencia en dos horas y media”.
“El otro día puse el coche a 200 por la autovía de no se dónde”
“Pues a mi no se me cuela nadie en la fila del desvío”

Y un largo etcétera…

A mi, confieso, me molesta el macarrilla del Seat León con la música a toda pastilla que me adelanta por la derecha. También el ejecutivillo de marras que con su Audi o BMW se cree el ‘amo de la carretera’, o la furgoneta destartalada que se pega al maletero de mi coche pidiéndome paso en el carril central de la autovía. Sin embargo, en la mayoría de los casos me aparto y les dejo pasar. Pero hay una cosa con la que no puedo: los listillos que se cuelan en los peajes, en las salidas de las autopistas, en los aparcamientos, detrás de las ambulancias… en ese caso me sale de dentro mi mejor troglodita.

viernes, 1 de octubre de 2010

De Alberto Contador, a Mahatma Gandhi pasando por las vacas aduteradas

Si Alberto Contador sale indemne de su positivo en clembuterol después de alegar que se debió a que comió un solomillo adulterado, nos tenemos que alegrar por él pero al tiempo nos tendríamos que poner a temblar. Si un deportista que debe tener muchísimo cuidado con sus alimentos se puede ‘contaminar’ así de fácil, qué será de las personas ‘corrientes’ que compramos la comida en el supermercado de la esquina, que nos pasamos al menos una vez a la semana por el burger de turno o que nos creemos lo sano que es este o aquel producto porque lo dice su publicidad…

¡Qué miedo! Entre otras muchas aplicaciones, el clembuterol es un producto que se le da al ganado para que engorde. O sea, a todas las vacas que comemos. Pero tiene un montón de efectos secundarios, como dolores de cabeza, alteraciones de los nervios... y vaya usted a saber. Además de que no es la única sustancia con la que se alimentan estos animalitos que luego terminan en nuestro plato.

Rebuscando un poco más, he encontrado que en 1997 hubo otro caso parecido con un deportista que no pasó un control antidoping. El ex atleta David Martínez hizo una prueba con un cerdo. Lo engordó durante dos meses con nandrolona, luego se comió un filete y se hizo un análisis para demostrar que él no se había dopado sino que los restos que encontraron en sus pruebas anteriores fueron por culpa de un cerdo ‘mal alimentado’.

Con la cantidad de información que tenemos todos a nuestra mano, creo que las personas seguimos comiendo por dos razones: porque no sabemos o no queremos saber qué comemos o porque somos de la opinión de que de algo hay que morirse.

Y eso que sólo estoy hablando de carne, porque como nos pongamos a pensar en el pescado y mariscos de piscifactoría, de los pollos, de los huevos enriquecidos o de los que se les ha quitado el colesterol, de la leche requetetratada para que no tenga grasa, de los transgénicos, de las frutas y verduras y sus pesticidas... creo que ayunaríamos más que Mahatma Gandhi.

martes, 28 de septiembre de 2010

¿Libertad de huelga?, ¿huelga en libertad?


Menuda movida se está organizando en los puestos de trabajo con esto de la huelga. Resulta que unos sí, que otros no.

He oído todo tipo de comentarios: Que si yo no quiero hacerle el juego a los sindicatos, que si yo estoy en contra del Gobierno, que si me pido un día de vacaciones, que si me pongo malo, que si voy y no me dejan entrar, que si no voy y me ponen una cruz en mi expediente y luego me despiden y encima me quitan un día de suelo…

Pero, ¿alguien tiene claro lo que sentimos los españoles? Yo desde luego no encuentro una respuesta. Veo indecisión, veo cabreo, veo pasotismo, veo miedo... y no veo a casi nadie que de verdad tenga claro lo que va a hacer en esta huelga.

Si las cosas están así se podría haber convocado, en vez de la huelga, una macro manifestación para denunciar que no estamos de acuerdo con la reforma laboral o con tantas otras cosas con las que no estamos de acuerdo.  
Con una manifestación convocada, la gente saldría a la calle a protestar con libertad, sin coacciones, ni remordimiento... A nadie le iban a quitar dinero de la nómina por no ir a trabajar, nadie se iba a encontrar piquetes y el que no quisiera ir pues se queda en su casa  tranquilamente. Sin coacciones y sin miedos.
Esto, que se me ha ocurrido a mi con lo poco cosa que soy, seguro que también ha pasado por las mentes 'privilegiadas' de los dirigentes (lease sindicatos) de este país. Pero, me temo que en el fondo no importa mucho lo que sintamos los españoles. Los intereses de los que nos manejan desde luego van mucho más allá.

Los puristas me dirán que entonces ¿para qué sirve el derecho a la huelga? Y yo les digo, sirve en muchos casos, cuando de verdad los convocantes están en contra de la política del que tiene el poder; pero en este caso, seamos sinceros, esto es una pantomima.

Desde luego una buena manifestación sería una forma más clara de tomar el pulso a lo que piensa la gente de verdad. Una huelga en este caso, no.

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Por qué no somos capaces de contradecir a nuestro jefe?


Para responder a esta pregunta he hecho una pequeña encuesta entre algunos de mis conocidos:

Unos dicen que eso pasa cuando los empleados sabemos que nuestro jefe no está muy seguro de si mismo. Que si el jefe es competente, oirá las opiniones de sus colaboradores; pero si no lo es y tiene miedo a que le ‘levanten’ el puesto, pues habrá que hacer lo que él dice por el ‘artículo 33’, o te caerá una buen encima.

Otros aseguran que los jefes no cambian de opinión porque sus ideas no son suyas sino de un jefe superior a ellos con lo cual tienen que hacerlo ‘por narices’.

Otras personas a las que he consultado sobre esto argumentan que los empleados tenemos miedo a su reacción si le llevamos la contraria. Y por eso nos callamos. Tal y como está el trabajo hoy en día lo mejor es pasar desapercibido.

Otros que la culpa es de nuestros compañeros porque si le llevamos la contraria al jefe nos tacharán de listillos.

También hay los que dicen, que a la mayoría de los empleados no les pagan por pensar. O sea que les da igual lo que les mande el jefe.

Uno me llegó a decir que porque su jefe estaba endiosado y no había manera de que cambiara de opinión.

En fin, que sea como fuere y lo uno por lo otro lo de “el jefe siempre tiene razón y sino se aplica el artículo primero” sigue siendo un estigma que tenemos todos los empleados en la frente.

¿Y tú que opinas?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Huelga sí, huelga no

Yo quería hacer huelga porque estoy en contra de la nueva política laboral del gobierno pero, por otro lado, no la quiero hacer porque no quiero bailarle el agua a los de los sindicatos que me parecen unos oportunistas.
Sé que no soy la única que tiene ese dilema

¿A alguien se le ocurre una solución?

domingo, 19 de septiembre de 2010

Redes sociales

Las redes sociales se inventaron para que todos los amigos estuvieran conectados, para que ese grupo de amigos compartira al minuto sus ideas, eventos, alegrías, tristezas, ambiciones, chorradas... Pero, ¡ay de tí si caes en las redes de tu propia red social!

Eso es lo que me ha pasado a mi. Yo quería conectarme con mi grupo de amigo y por eso me hice de una de las más populares, pero cuando ya tenía agregados a mis 10 mejores amigos empecé a recibir invitaciones de algunos conocidos, del trabajo, de clase de inglés, del bareto... luego amigos de mis amigos, luego conocidos de mis conocidos... y yo, presa de 'avaricia amigil' me sentía como George Clooney en la película 'Up in the air', esa en la que debía viajar mucho para despedir a gente de las grandes empresas de todo el país, pero que en el fondo lo único que perseguía era acumular millas y más millas para que la compañía aérea le diera la tarjeta de platino de la compañía y poder viajar así gratis mil y una vez. Y digo que me sentía así, porque  después de aceptar y pedir amigos por doquier lo único que ya me importaba no era compartir nada con mis amigos sino sumar y sumar amigos para poder presumir....

Y todo hasta que llegó el día en que al abrir mi página del Facebook me daba cuenta que todos los comentarios que había eran de desconocidos que decías cosas desconocidas para mi o me enseñaban fotos de gente que yo no conocía en las más curiosas poses.

En ese momento comprendí que tenía enterrados a mis amigos, a mis 10 verdaderos amigos, entre una montaña de supuestos amigos que para lo único que servían era para acercarme cada día más al libro de lo récords.

Entonces, me quise borrar de mi red social... y volver al móvil, sin importarme lo que eso me iba a costar, pero no lo conseguí. Sí pude volver al móvil pero nunca, nunca... me pude borrar de la red social. A veces, lo confieso, miro a hurtadillas y allí encuentro a toda esa gente que se asoma a mi ventana y me enseña sus interioridades. Me siento como un pez, quiero salir de la red.

Telefónica y Vodafone

¿Por qué cuando vas a una tienda de una de las grandes compañías de telefonía móvil tienes que esperar una hora a que te atiendan, luego llega una señorita a la que le explicas lo que quieres, te mira como si le estuvieras hablando en ruso y se pone a consultar con su compañero que tiene al lado que tampoco tiene ni idea de lo que le estás pidiendo?

En el mejor de los casos, mientras le estás consultando tus dudas o lo que deseas, te deja con un lacónico 'un momento' y se pone a ayudar a su compañero que tampoco se hace con los mandos de lo que quiere el cliente que tiene enfrente.

¿Por qué es tan difícil entender lo que te ofrecen las compañías de telefonía móvil?
Lo mejor de todo es que en sus contratos ya no tienen ni letra pequeña, porque la 'letra grande' es tan enrevesada de leer que ni el más ducho en la materia se va a enterar de lo que está firmando.
La verdad es que no son tan rivales como quieren parecer. Todo lo contrario. 'Entre bomberos no nos pisemos la manguera'.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Fin del verano

Nos resistimos pero el verano se nos va... adiós piscina, adiós vacaciones, adiós camiseta que me siente estupendamente... Hola chubasquero, hola jersey que me queda grande...

En realidad nos ponemos de mal humor cuando llega el otoño no por eso, sino porque tenemos que empezar a cargar con el paraguas y con el abrigo (con lo bien que íbamos con las manos desocupadas) por tener que aguantar muchos más atascos (es que la gente se atocina cuando llueve), por tener que arreglar el armario para tener a mano la ropa de invierno (con tanto adelanto como nadie habrá inventado ya el armario automático), porque se nos pone el pelo como a un león (la humedad, que no perdona), porque nuestra terracita preferida ha cerrado (pues no lo entiendo, con el negocio que tenía)... En fin.

Pero también hay cosas buenas en otoño, como ese cocidito que hace tu madre y que en verano no hay manera. O esas tardes de domingo junto a tu pareja en el sofá y frente al televisor. Ese color que toma la naturaleza, tan ocre, tan rojo, tan pardo...

Ya desde la más tierna infancia los otoños son fuente de proposiciones para el nuevo curso. Apuntarme a un curso de inglés, ir al gimnasio, ponerme a régimen, dejar de fumar... Propuestas que desde luego no cumpliré o, mejor dicho, que dejaré para el mes de enero.

Y en cuanto a las colecciones de las editoriales, que si abanicos, que si cochecillos de época, que si reproduciones de monumentos, que si joyas de egipto... También las empezamos todas. Bueno, eso sí, hasta el tercer número porque luego nos damos cuenta de lo que cuestan y lo dejamos porque nuestra pareja se empieza a quejar de que ya no tenemos sitio. Claro, a ellos les molesta porque ellos no tienen sitio para sus propias colecciones. Si es que esto del matrimonio es un toma y daca.

Y a ti ¿Por qué te cambia el carácter cuando llega el otoño?

jueves, 16 de septiembre de 2010

Los cursos del paro

Me cuenta un amigo mio que se está hinchando a hacer cursos de parados pero que por más que amplía el curriculum, nada de nada. Ha ampliado su formación en los últimos meses en facetas próximas y menos próximas a su especialidad, pero nada. Yo me pregunto, ¿son los cursos una forma de entretener a los parados o, de verdad, sirven para algo? ¿Alguien ha hecho un curso del paro que le haya servido de algo?