martes, 5 de octubre de 2010

¡Cuidado! Trogloditas al volante

Hay un estudio que me gustaría que hiciera algún psicólogo: ¿Por qué los hombres se vuelven trogloditas cuando se ponen al volante?

Y digo hombres en general, porque aunque cada día hay más mujeres en esta categoría bien en verdad que la mayoría de estos ‘trogloditas’ motorizados pertenecen al género masculino.

He estado pensando sobre ello y sólo he llegado a una conclusión: es una reminiscencia de nuestros antepasados los cavernícolas, cuando provistos de un palo se lanzaban a cazar el bicho más grande que encontraban en su camino y así, de paso, demostraban su gran hombría.

Para el hombre moderno, el palo de los trogloditas es el coche. Un artefacto que además de llevarnos a sitios sirve para demostrar la hombría de quien lo conduce.

Que levante la mano quien no haya oído algeste tipo de frases alguna vez (o quien no la haya dicho).

“Yo hago Madrid-Valencia en dos horas y media”.
“El otro día puse el coche a 200 por la autovía de no se dónde”
“Pues a mi no se me cuela nadie en la fila del desvío”

Y un largo etcétera…

A mi, confieso, me molesta el macarrilla del Seat León con la música a toda pastilla que me adelanta por la derecha. También el ejecutivillo de marras que con su Audi o BMW se cree el ‘amo de la carretera’, o la furgoneta destartalada que se pega al maletero de mi coche pidiéndome paso en el carril central de la autovía. Sin embargo, en la mayoría de los casos me aparto y les dejo pasar. Pero hay una cosa con la que no puedo: los listillos que se cuelan en los peajes, en las salidas de las autopistas, en los aparcamientos, detrás de las ambulancias… en ese caso me sale de dentro mi mejor troglodita.