jueves, 28 de octubre de 2010

La jubilación para el que se la trabaje

Teniendo en cuenta que cada vez vivimos más, cada vez estamos mejor de salud, cada vez envejecemos más tarde… sí que deberíamos trabajar más años sin rechistar.


Si antes la esperanza de vida era de 75 años y nuestra vida laboral duraba hasta los 65; ahora que la esperanza de vida es de 85 deberíamos trabajar hasta los 75, por lo menos. Si viviéramos en un mundo ideal, nadie podría rebatir este axioma.


Pero como no vivimos en un mundo ideal, se me ocurren algunos argumentos para echarlo atrás. Porque también tenemos derecho a disfrutar después de muchos años de trabajo, o al menos el que quiera, porque es verdad que hay gente que nunca se jubilaría. Bueno, lo mismo esa es otra solución: dejar que la gente posponga su jubilación voluntariamente.


Pero:
Para empezar, si trabajáramos dos años más, ¿qué perspectivas hay de que nuestro puesto vacante vaya a parar a alguno de los parados que engrosan las listas del INEM??


Hace años, en tiempos de Felipe González cuando empezó a crecer el paro, el Ministerio de Educación alargó la enseñanza obligatoria en un curso para que los chavales tardaran un año más en incorporarse al mundo laboral. Era una forma de frenar el paro juvenil y no alcanzar los ¡2.000.000 millones! de parados que amenazaban a la sociedad española de entonces ¡Qué tiempos aquellos!


Ahora el problema del paro es mucho mayor y lo de colocarles a los jóvenes un curso más ya no cuela, pero desde luego lo de retrasar la edad de jubilación no hay por donde cogerlo si lo que se busca es aligerar las listas del paro.


Algunos dirán que el problema es ese, que si nos jubilamos a los 65 y vivimos más que antes pues que no hay sistema que pueda aguantar el volumen de pensiones que ello supone.


Y ¿qué tal si antes de alargar la edad de jubilación, acabamos de verdad con algunas otras prácticas que también sangran las arcas del estado? Por ejemplo, con las prejubilaciones (conozco varios casos de 50-55-60 años), con la mala distribución de los impuestos (ayudas a sectores como el del carbón, por ejemplo), con los parados subvencionados (ya saben, lo del PER de Andalucía, por ejemplo), con el abuso de la Seguridad Social por parte de extranjeros (¿cómo lo llaman? ¿Turismo sanitario?), con el fraude a Hacienda (de folclóricas y de los que no lo son), con la economía sumergida (esos 'profesionales' que después de hacerte un trabajo –carpintería, albañilería, fontanería…- te dicen eso de “con IVA le saldrá un poco más caro”), con la fuga de capitales (que no sean sólo los curritos los que paguen sus impuestos), con la corrupción de los políticos (anda que no ahorraríamos si algunos dejara de llenarse los bolsillos ilegalmente a costa del contribuyente), con la duplicaciones de las funciones en la Administraciones, con algunos cargos públicos elegidos a dedo y con un sin fin de fraudes que son vox populi y me quedo corta.


Desde luego. Pues, eso… cuando se acabe con todo esto entonces si seguimos sin dinero puede que sea hora de pensar en las jubilaciones.


Bueno y después de estas reflexiones que, por otro lado, todo el mundo sabe y para desintoxicar copio aquí un chiste que me enviaron el otro día. Que no viene mal una risa:


Un día me dio un infarto, mi mujer llamó a una ambulancia pero los camilleros no podían bajarme por la escalera porque tenían 65 y 66 años y padecían reuma y algunas cosas más.
El conductor de la ambulancia tenía 67 y como no veía mucho chocamos con un autobús lleno de niños.
El conductor del autobús, de 67 años, murió en el acto y unos obreros de una obra, de 66 años, no pudieron rescatar a los niños porque les dolía la espalda.
Llegué al hospital y la enfermera, de 66, se equivocó de archivo porque sólo pensaba en sus nietos.
El médico que me operó, de 67 años, se dejó la dentadura postiza dentro de mi pecho.
Ahora ya estoy bien, tengo 35 años y podría realizar cualquier trabajo pero estoy en paro.