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domingo, 24 de octubre de 2010

¿Qué hago con mi tele?

Cada vez que me siento en el sofá de mi casa y miro la tele, me refiero al aparato apagado, hago un esfuerzo para convencerme de que algún contenido de la ‘maravillosa’ TDT me va a interesar. Siempre caigo y la enciendo. Empiezo a zapear y me encuentro a un cocinero de pro enseñándome cómo se hace la tortilla desestructurada o el solomillo al nitrógeno líquido. Pico un segundo, metafóricamente hablando, claro… pero termino convenciéndome de que nunca pasaré de saber freír malamente ese par de huevos que me hago algunas veces para cenar. Entonces, pulso el botón del siguiente canal. Ahí está Mr. Vaughan, tan atractivo y comunicador como siempre. ‘Vale’, me digo, ‘voy a refrescar mi inglés’. Pero, claro, al poco me canso, llevo todo el día trabajando y no tengo el cerebro para mucho vaivén. Entonces intento buscar un telediario, a ver si me entero de alguna noticia. Craso error: entre las informaciones de la crisis, de los desfalcos de las folclóricas, de los desastres naturales y los asesinatos en masa, me entero, según sea la cadena que haya elegido, que el gobierno es más o menos bueno y la oposición más o menos pésima o viceversa, que también los hay.
… Qué ilusa soy, pienso, cómo puedo creer que puede haber algún informativo objetivo y que no obedezca al interés político que más pague. Entonces, sigo con mi zapping, a ver si encuentro alguna película que merezca la pena. Sí, a veces la encuentro, pero cuando veo el primer cuarto de hora y me enfrento a los 20 minutos de anuncios que le siguen me pierdo y ya no sé si el bueno es el rubio o la chica la ladrona… Total que vuelvo a cambiar de canal. Y, ahí están, los realitys show, o esos programas que todo el mundo insulta a todo el mundo, en el que los famosos sacan sus trapos sucios o en el que gente corriente nos recuerda lo bajo que puede caer el ser humano. Entonces, me armo de valor y la apago. Me quedo mirando el aparato ya sin vida y me lamento de que ahora sean tan finos porque ya ni siquiera sirven para poner encima el famoso toro de Osborne. Definitivo, me engancho a las series en DVD, para amortizar la adquisición del aparato, claro. Pero de esto ya hablaré otro día porque de momento no sé si comprar las películas o descargarlas de internet. Eso merece otra reflexión.