domingo, 31 de octubre de 2010

Mira que somos malos


Y cuando digo malos, no me refiero a asesinos o terroristas; me refiero a nosotros, a la gente de a pie, a todos y cada uno de los que nos cruzamos en nuestras vidas día a día. A los que no tenemos antecedentes penales pero ejercemos todo lo que podemos. Y para demostrarlo pondré unos cuantos ejemplos que a todos nos van a sonar:
EN EL TRABAJO:
¿A que todos tenemos algún compañero pelota que nos hace la vida imposible y lo único que sabe hacer es sonreír al jefe o ese que nos muestra su mejor cara en el trato diario para luego ‘vendernos’ al director cuando surge el más mínimo contratiempo, o el que no da ni clavo y siempre se las arregla para que parezca lo contrario…? En el trabajo hay muchos malos, como esos que boicotean los ordenadores, impresoras, máquinas del café… porque están descontentos y no quieren que nadie disfrute en la oficina.
Y si hablamos del jefe, no hay ninguno bueno. ¿A que el vuestro frunce el morro cuando le decis que tenéis que salir un poco más pronto porque tenéis hora con el médico o pone mala cara cuando llegáis tarde a causa del tráfico? Y luego a la hora de quedarnos más tiempo a causa del trabajo... ni las gracias. Si miramos bien, nos daremos cuenta de que eso no es un hecho aislado, que lo que podemos contar con los dedos de la mano son los compañeros o jefes majos.
EN FAMILIA
Casi peor. Cuando no es la familia política es la hermana envidiosa o el primo endiosado. Eso por no hablar de la mujer o marido despechados que te hace la vida imposible estés o no divorciado.
CON LOS AMIGOS
Las mujeres se odian al comparar sus bolsos, zapatos, complementos, ropa… con los de sus amigas  y eso si no nos ponemos a hablar de la cintura de avispa o curvas de vértigo  de fulanita y que “yo no sé cómo lo hace”. También hay otra versión, las que critican a su mejor amiga por lo gorda que está y lo incapaz que es de pasar todo el día a lechuguita y alcachofas.
Por el contrario, los hombres rivalizan por lo voluminoso de sus músculos, por su cabellera espesa, por el número de sus conquistas o el largo de su pene. Envidian el coche del amigo y el cargo en su empresa que “no sé como lo habrá conseguido si en la facultad no daba ni clavo”.
CON LOS VECINOS
El coche es el principal punto de conflicto. Criticamos al de enfrente por el BMW que se ha comprado “si no tiene donde caerse muerto”. Luego viene la envidia por el viaje a las Seychelles que se marcaron el verano pasado “cuando nosotros sólo hemos podido ir a Benidorm, como siempre”.  Pero también están los vecinos malos de verdad, los que no pagan la comunidad, dejan la basura en cualquier parte, dejan el ascensor abierto, no dan ni los buenos días, son ruidosos a deshoras y no nos pasan que el día de Nochevieja podamos estar hasta las cuatro de la madrugada con nuestros amigos en casa celebrando el año nuevo con el volumen de la tele un poco más alto de lo normal. “Claro, como ellos nunca salen, se mueren en envidia”, es lo más a mano que se nos ocurre pensar.
EN LA CALLE
Los malos de la calle son los que se cuelan en la cola del autobús, los que nos empujan en las escaleras del metro porque tienen prisa, los que se cree los amos del universo a los mandos de su deportivo en el atasco de hora punta…
Se me ocurren muchos más malos, y eso que no quiero hablar de los políticos. Por ejemplo, malo también es el funcionario o dependiente incapz de sonreír cuando estamos ante él consultándole alguna cosa. Malo también es el publicista o empresario que nos engaña con la publicidad para que compremos esto o lo otro. El fontanero que nos quiere cobrar una millonada por una chapucilla, el tendero que pone un papel supergrueso para envolver, antes de pesar, por supuesto, el kilo de naranjas...  
Normalmente, no queremos reconocer que todo esto existe y pensamos que sí que algunos son malos pero que la mayoría de la gente no es así. Pero ¿de verdad estás convencido? Te invito a un ejercicio. Escribe en un papel el nombre de la gente que conozcas, que forme parte de tu vida, gente que tienes su número en tu teléfono móvil, gente con la que comes a diario, sales los fines de semana, ves en el supermercado… Pon los buenos en un lado y los malos en otro. Te sorprenderá el resultado. Pero no te deprimas... contra eso practica la comprensión es lo mejor.