viernes, 18 de mayo de 2012

¿Puede usted fiarse de la gente?

Hace unos años El Mundo publicaba un artículo que se titulaba ‘¿Podemos hacernos noruegos?’ que daba en el clavo sobre cuál es el punto de inflexión que nos ha llevado a la actual situación: la falta de honestidad, así en general.

La base del artículo era una encuesta realizada a nivel mundial cuya pregunta principal era: “¿Puede usted fiarse de la gente?”, haciendo referencia a la conciencia cívica de cada uno y hasta qué punto los ciudadanos somos capaces de comportarnos con honestidad en cualquiera de las facetas de nuestra vida.

El abanico de situaciones abordadas aglutinaban todos los campos, con preguntas del estilo de si somos capaces de renunciar a beneficios que no merecemos, si respetamos objetos olvidados en la calle, si al contratar a alguien esperamos que haga su trabajo, si nos colaríamos en el transporte público si pudiéramos, si compramos confiando en la calidad de los productos... En definitiva, unas cuantas cuestiones que con las respuestas en la mano clasifican la conciencia cívica de quienes responden.

Pues bien, los ciudadanos de los países nórdicos fueron los que mejor parados salieron en lo que a honestidad se refiere, mientras que los brasileños fueron los peores. Los españoles nos colocamos en la mitad de la tabla.

Reflexionando sobre ello yo he llegado a algunas conclusiones. Para empezar que lo del pacto de caballeros, lo de la validez de la palabra dada o de un apretón de manos pasó a la historia hace ya algunos lustros. Y así en nuestra España de hoy es difícil fiarse de los demás en determinadas cosas. ¿Cómo sé yo que la leche que compro es buena? (me pone los pelos de punta el informe que recientemente ha salido en la prensa sobre esto), ¿Cómo sé que lo que pago a Hacienda de verdad se invierte en bienes sociales?, ¿Cómo sé que en mi empresa se están empleando los recursos adecuadamente? ¿Cómo sé que el político en el que confío va a velar por los intereses colectivos?, ¿Cómo puedo estar segura de que mi empleada del hogar no me está ‘limpiando’ la casa?, por poner algunos ejemplos. Y que tire la primera piedra quien no se pregunte cuestiones como estas todos los días.

Lo triste es que estas dudas, esta desconfianza ya forma parte de nuestra forma de ser, porque nos hemos acostumbrado a ello, cuando lo contrario, la confianza en los demás, debería ser lo natural.

Un día, una amiga española que vive en Alemania me comentaba que lo que más le sorprendió cuando llegó a aquel país fue que todo lo que alguien se encuentra en la calle termina en una oficina de objetos perdidos donde sus dueños pueden recuperarlo. En España eso, de momento, ha pasado a la historia o quizá nunca formó parte de ella. Aunque yo me conformaría con saber que cuando hago un trato con alguien no tengo que leerme la letra pequeña.