viernes, 1 de octubre de 2010

De Alberto Contador, a Mahatma Gandhi pasando por las vacas aduteradas

Si Alberto Contador sale indemne de su positivo en clembuterol después de alegar que se debió a que comió un solomillo adulterado, nos tenemos que alegrar por él pero al tiempo nos tendríamos que poner a temblar. Si un deportista que debe tener muchísimo cuidado con sus alimentos se puede ‘contaminar’ así de fácil, qué será de las personas ‘corrientes’ que compramos la comida en el supermercado de la esquina, que nos pasamos al menos una vez a la semana por el burger de turno o que nos creemos lo sano que es este o aquel producto porque lo dice su publicidad…

¡Qué miedo! Entre otras muchas aplicaciones, el clembuterol es un producto que se le da al ganado para que engorde. O sea, a todas las vacas que comemos. Pero tiene un montón de efectos secundarios, como dolores de cabeza, alteraciones de los nervios... y vaya usted a saber. Además de que no es la única sustancia con la que se alimentan estos animalitos que luego terminan en nuestro plato.

Rebuscando un poco más, he encontrado que en 1997 hubo otro caso parecido con un deportista que no pasó un control antidoping. El ex atleta David Martínez hizo una prueba con un cerdo. Lo engordó durante dos meses con nandrolona, luego se comió un filete y se hizo un análisis para demostrar que él no se había dopado sino que los restos que encontraron en sus pruebas anteriores fueron por culpa de un cerdo ‘mal alimentado’.

Con la cantidad de información que tenemos todos a nuestra mano, creo que las personas seguimos comiendo por dos razones: porque no sabemos o no queremos saber qué comemos o porque somos de la opinión de que de algo hay que morirse.

Y eso que sólo estoy hablando de carne, porque como nos pongamos a pensar en el pescado y mariscos de piscifactoría, de los pollos, de los huevos enriquecidos o de los que se les ha quitado el colesterol, de la leche requetetratada para que no tenga grasa, de los transgénicos, de las frutas y verduras y sus pesticidas... creo que ayunaríamos más que Mahatma Gandhi.