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domingo, 23 de enero de 2011

Nos sale caro estar en casa

Leo en un periódico el testimonio de una mujer mayor que asegura que a partir de ahora, por culpa de la subida de la luz y el gas, le sale más a cuenta pasar la tarde en una cafetería con un libro que quedarse en casa.
Yo a esa conclusión ya había llegado hace tiempo cuando me percaté que me salía más barato comer de menú en un restaurante de barrio (entre 8 y 10 euros en Madrid) que hacerlo en casa. Porque si comemos en casa tenemos que comprar los ingredientes, a lo que hay que añadir el gasto de sal, aceite y agua que necesitemos para condimentarlo. A ello le sumamos la luz y el gas que utilizamos para cocinar y la calefacción que consumimos mientras estamos en nuestro hogar, además de nuestro esfuerzo y, en algunos casos, el gasto de transporte para comprar los ingredientes. Pero ahí no acaba la factura diaria por comer en casa: por supuesto, hay que añadir el detergente y el agua que gastemos para fregar los platos, y no contamos el desgaste de la vajilla.  
Además, si comemos fuera, ayudamos a rehabilitar el sector de la restauración tan dañado últimamente. Y, lo mismo, evitamos más parados. Es decir que también pondremos nuestro granito de arena para sacar al país adelante. Pero claro, para que se cumplan todos estos supuestos tenemos que optar por el menú diario, porque si nos decantamos por la carta nada de lo dicho aquí sirve porque, en este caso, los precios de los restaurantes siguen siendo prohibitivos. (Conozco un sitio que no te ponen ni mantel y te cobran 10 euros por un plato único, al que tienes que añadir la correspondiente bebida y el pan y, pobre de ti, si pides postre).
Pero la mejor idea para no estar en casa y ahorra por ello no la he tenido yo. Se trata de una vieja práctica que ya tiene algunos años, pero que ahora es casi obligada, teniendo en cuenta como está la cosa: Pasar la tarde en un centro comercial sin gastar un euro. Hace calorcito o fresquito, según el mes, podemos ver tiendas -eso sí sin caer en el tentación de comprar- y a un montón de 'fauna' urbana que nos entretendrá más que el mejor cine. Y, además, con un poco de maña podemos invitar a merendar a los niños gratis. Sólo hay que entrar en un hipermercado y coger el batido y el tigretón y decirle a los chavales que se lo vayan comiendo con disimulo mientras echamos un vistazo a las ofertas que, lo mismo, no tenemos ni que comprar. Después, y una vez tirados los envases en cualquier sitio, salir por la zona de Sin Compras como si nada. En fin, que la necesidad agudiza el ingenio.
Donde no podemos pasar la tarde para ahorrar es el en coche, desde luego, porque a la hora de escribir esto, la gasolina marcaba sus máximos históricos como cuando el barril de petróleo estaba a 150 dólares, lo que pasa es que ahora solo está a 100. Pero de esto ya hablaré en otro momento.