miércoles, 13 de octubre de 2010

Tabaco, políticamente incorrecto. Impuestos pero que muy correctos

Antiguamente los buenos de las películas siempre salían fumando. Fumar era un estatus, una postura que nos hacía más elegantes, más interesantes… y nadie hablaba de que era bueno o malo para la salud. La verdad es que entonces, y hablo de hace 40 ó 50 años, el tabaco no era mucho peor que atiborrarse a bombones, por ejemplo, y engordaba mucho menos. Mi abuela fumó durante toda su vida –Bisonte sin filtro- y murió con 93 años. En el fondo, lo que ella fumaba no dejaba de ser unas hojas de una hierba cultivada bastante naturalmente.

Sin embargo, eso ahora ha cambiado, como la sociedad misma.
Con la bonanza de años anteriores, la sociedad se ha vuelto más ambiciosa y con ella todos nosotros, que ahora queremos ser ‘mejores’, pero no hablo de valores sino de ser más pudientes. Y cuando hablo de la sociedad, hablo de la gente y de las empresas, y claro, en este caso, tengo que hablar de las tabacaleras.

Veamos:

En los últimos tiempos, el tabaco ha dejado de ser tan natural como antes porque las compañías tabaqueras, en ese afán de ser ‘más pudientes’ han matado la gallina de los huevos de oro aumentado la dosis de nicotina, alquitrán y cualquier componente que cree adicción para que el que caiga ya no pueda escapar. Sin embargo, el tiro les ha salido por la culata porque estos componentes nocivos han empezado a jugar con la salud privada y la Sanidad Pública a darse cuenta de la cantidad de dinero que se emplea en tratar a personas enfermas por causa del tabaco.

A partir de aquí, junto con la concienciación que ya empezamos a tener todos de que hay que cuidarse, se ha desatado la guerra del tabaco.

Los no fumadores se defienden con razón de que no tienen porque fumar si no quieren, los fumadores dicen que por qué van a dejar de fumar si no es ilegal. Y aquí está el quid de la cuestión. ¿Por qué no es ilegal si es tan nocivo para la salud? Todos lo sabemos, por la cantidad de dinero que se embolsa el Estado, ese mismo organismo que ha aprobado la ley antitabaco, con los impuestos de cada cigarrillo.

De esta manera, la guerra del tabaco es una batalla que las administraciones ha trasladado a la calle para que la libren fumadores contra no fumadores (o viceversa), una guerra sin cuartel en la que el Estado saca su lado más fariseo, o sea hipócrita: prohíbe porque es lo políticamente correcto pero al tiempo alarga la mano para cobrar sus buenos impuestos.
Con el alcohol pasa lo mismo y esto no ha hecho más que empezar… marihuana, hachís, coca… Tiempo al tiempo. Todo sea por los impuestos…