domingo, 5 de junio de 2011

Decálogo para un mundo feliz

Nunca me gustó la novela Un Mundo Feliz, de Huxley, pero uso su título para retratar mi propia versión de ese mundo feliz. La novela británica muestra una sociedad imposible pero nada feliz porque la supuesta libertad de sus habitantes les hacía presos de si mismos. Yo, humildemente, sólo expreso aquí, bajo ese mismo título, mis sueños con un tinte bastante iluso pero que deberíamos exigir en una 'democracia real'. Es un producto de mi imaginación que, sé, comparto con muchos, aunque casi todos soñadores. ¡Qué pena! Yo también soy una indignada... a mi manera, claro.  

Aquí lo suelto por si alguien quiere soñar conmigo esta ilusión.

-Los más preparados son los que gobiernan
-Los más experimentados dirigen las empresas
-Los empresarios pagan un sueldo justo
-Los trabajadores cumplen con sus obligaciones
-Los padres velan por sus hijos
-Los hijos respetan a sus padres
-Los mayores imparten sus enseñanzas
-Los jóvenes aprenden de sus mayores
-Los más cultos educan a los niños
-Los más razonables imparten justicia
-Los más sabios hacen las leyes
-La libertad de cada uno acaba donde empieza la de los demás
-Todos velamos por la naturaleza

miércoles, 1 de junio de 2011

Ortega Cano y los amos de la carretera

A esperas del informe policial, digamos que Ortega Cano se despistó, perdió el control de su coche y chocó de frente con un vehículo a consecuendia de lo cual murió una persona.

Ortega Cano se debate entre la vida y la muerte, quizá por un despiste, velocidad inadecuada o vaya usted a saber... pero siempre por culpa suya. Si se recupera tendrá que enfrentarse a un delito de homicidio como menos y deberá pagar por ello.

La otra persona fallecida, un padre de dos hijos, un hombre de cuarenta y pocos años con toda la vida por delante, no tendrá ninguna opción más. Su último 'pecado', imperdonable para los suyos, fue cruzarse con el Mercedes todoterreno del torero a los mandos de su compacto cuando iba a trabajar.

Sirvan estas líneas de homenaje a Carlos Parra Castillo y a tantos otros que se dejan la vida por el capricho de la carretera o mejor dicho por el capricho de tantos que se creen en sus locuras, disfrazadas de velocidad, alcohol, distracción..., los amos de ella.