martes, 21 de agosto de 2012

¿Será la ética un invento de los pobres?

Según una encuesta realizada por el despacho de abogados neoyorquino Labaton Sucharow, entre 500 profesionales de las finanzas de Londres y Nueva York, el 24% de los profesionales de la banca piensa que la única manera de tener éxito es comportarse de manera ilegal o poco ética, mientras que el16% asegura que utilizarían información privilegiada si estuvieran seguros de que no les iban a pillar.
Yo creo que estos datos se podrían extrapolar a muchos, por no decir la mayoría, de los mandamases de las empresas, tanto públicas como privadas. Los primeros, los de las públicas, manejando sin escrúpulos el dinero de todos, y los segundos, los de las privadas, recortando derechos de sus asalariados para llenar más rápidamente sus arcas.
¿Será la naturaleza humana? ¿Será que cuando tenemos poder se nos olvidan las mínimas prácticas éticas? O, es que, ¿nos creemos exentos de ellas?
Una amiga mía dice que todo el que tiene un BMW es un idiota, aunque no todos los idiotas tienen un BMW. Si este dicho lo trasladamos al mundo empresarial (y político) y sus 'amos', podríamos dejarlo como algo así: ”todo el que tiene una empresa es un prepotente, aunque no todo prepotente tiene una empresa”. Pero también podríamos cambiar el adjetivo de prepotente por el de jeta, aprovechado, abusón, explotador, sinverguenza... y alguno más fuerte, que me ahorro escribir, claro.
Sólo un apunte más, cuando digo empresa siempre hablo de las grandes, porque conozco muchos pequeños empresarios que cada día se dejan la piel para sacar su trabajo a flote y el de sus empleados. Y, entre los grandes, por supuesto que también los hay horados, sin duda. Menos mal.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Y lo que haríamos con la fortuna de Amancio Ortega ¿qué?

Soy incapaz de pensar qué haría yo con los 37 mil millones de euros que han colocado a Amancio Ortega en la tercera posición del ranking de ricos del mundo. Pero cuando intento hacerme una idea me corre un hormigueo por la espina dorsal y se me ponen todos los pelos de punta y no precisamente de alegría o por saber que con esa fortuna varias generaciones de mi familia no tendrían que preocuparse por nada, al menos por nada material.