martes, 22 de junio de 2021

Escher, bendito surrealismo

La primera vez que descubrí a M.C. Escher fue hace algunos años cuando por casualidad vi un anuncio de Ikea en la que rendía homenaje al genio surrealista holandés con un cartel en el que se mostraba un taburete imposible. Me llamó mucho la atención y empecé a buscar algo más sobre ese genio que basó su obra en las matemáticas y en los experimentos científicos con unos diseños que nunca dejan indiferente.


Me encantó el arte de este ‘loco’ de las escaleras imposibles, de las caras mondadas como una naranja, de los claroscuros repetidos… en la exposición que tuvo lugar en el Palacio de Gaviria en Madrid hace ya unos años. Desde entonces soy su más ferviente admiradora. 


Ahí está la Mano con la esfera reflectante, un autorretrato imposible y sin embargo muy real, o la Casa de Escaleras, con una estructura que cambia tu forma de ver la realidad. Me encanta Día y noche y sus pájaros que se funden con el paisaje. Cada una de ellas más llamativas. Litografías, grabados, dibujos a tinta, sobre madera… las teselaciones o esos dibujos geométricos llenos de enigmas.


Un abanico de ideas que se plasman frente al espectador de una forma muy particular y que ha abierto nuevas sensaciones en músicos y cineastas, como aquella carátula de Pink Floyd o a la escalera imposible del castillo de Hogwarts en Harry Potter. Hasta los Simpson han homenajeado al incalificable artista holandés.  


Un artista que se inspiró para muchas de sus obras en Andalucía, en los decorados de la Alhambra, y también en el sur de Italia, cuyos paisajes retrata a su modo.