lunes, 29 de enero de 2024

Cuando no teníamos conciencia ecológica y reciclábamos más que ahora

Siempre que sale la conversación digo lo mismo: antes se reciclaba más que ahora y eso que nadie nos machacaba con que el planeta se está muriendo. No hacía falta. En nuestra mente estaba escrito con letras de oro que había que aprovechar las cosas. Era supervivencia.

Cuando yo era pequeña, en mi casa se reciclaba casi todo. La ropa de mis padres que se quedaba vieja o se deterioraba se arreglaba para confeccionarnos a nosotros (a mis tres hermanos y a mí) cualquier prenda, una blusa, una falda, unos pantalones... Ni que decir que la ropa de los hermanos mayores siempre terminaba en el armario de los más pequeños, zapatos, abrigos, uniformes del colegio...

A la hora de comer no se tiraba nada: el pan duro se rallaba; con la fruta muy madura se hacía compota; con los restos del guiso, filetes rusos, arroz o pasta con tropezones; el embutido que no se comía terminaba en croquetas, con las verduras que afeaban se hacían puré... y así.

Las botellas y los tarritos de yogur se devolvían cuando comprabas otros. Mi madre iba al mercado con una bolsa de tela y allí echaba todo lo que iba comprando. Nada de bolsas de plástico o de papel.

Los periódicos viejos, libros usados, tebeos... se vendían al peso. Buenas perrillas nos sacábamos mis hermanos y yo por ello.

Por supuesto, todo aparato que se estropeaba se llevaba a arreglar. La tele, la radio, los electrodomésticos... nada de comprar otro hasta que aquellos daban sus últimos estertores.

Lo dicho. Que sin que nadie nos dijera nada, sin necesidad de contenedores al efecto, sin tener conciencia ecológica, que en aquellos tiempos ni se sabía lo que era, reciclábamos más que ahora. Entonces, digo, era supervivencia. Nos jugábamos el día a día.

Lo de ahora es mucho más complicado. Después de subirnos al bólido del consumo, de la moda, de la obsolescencia programada... que nos lleva a toda velocidad por el camino del dispendio, nos está costando bajarnos y valorar que la naturaleza, al fin y al cabo, puede vivir sin nosotros pero que nosotros no podríamos vivir sin la naturaleza.