jueves, 1 de febrero de 2024

La familia se forma para tener un mañana no para terminar olvidado como un trasto viejo

Esta deliciosa y a la vez triste carta que me he encontrado en internet me ha hecho reflexionar. No es que hasta ahora no hubiera pensado en ello, claro que sí. Sin embargo, por mil causas o porque desgraciadamente mis padres murieron jóvenes, nunca me había parado a pensarlo en profundidad.
  
Cuando yo era pequeña mi abuela vivía con nosotros. Era parte de nuestra familia, desde luego, y al tiempo, era la cocinera, la niñera, la que nos regañaba si nos portábamos mal... pero también la que nos contaba muchas historias, muchos chascarrillos, muchas vivencias y la que nos daba muchos, muchos besos y más abrazos.


Para nosotros, mi abuela materna era 'nuestra' y nunca en la vida se nos habría pasado por la cabeza dejarla en sus últimos días en una residencia, por lujosa que esta fuera. Aquello era algo que hacían los desarraigados, los sin escrúpulos, los malos hijos, la gente rara, los desconsiderados... al menos eso era lo que nosotros pensábamos. Mi abuela vivió con nosotros hasta que un día su salud, con 93 años, dijo 'hasta aquí' y se fue muy deprisita, casi de un día para otro. 

Siempre se había valido por sí misma hasta que se cayó y se rompió el hombro, dos veces con dos años de diferencia. A partir de ese momento ya había que ocuparse más de ella, había que ayudarla a bañarse, a vestirse, a salir a la calle... pero nosotros lo hacíamos gustosos, formaba parte de nuestra vida, era nuestra obligación como familia, lo teníamos dentro del alma. Sabíamos que era entonces cuando teníamos que devolverle todo lo que ella nos había dado a lo largo de toda nuestra vida. 
  
Desgraciadamente ese ejemplo que me dieron mis padres con mi abuela no pudimos ponerlo en práctica con ellos mismos, porque los dos murieron antes de que nos diera tiempo a pensar que se hacían mayores.

Ahora, todo es distinto. Más a menudo de lo que nos gustaría aparcamos a nuestros mayores en residencias. Nos engañamos con la excusa de que no podemos atenderles bien, que no podemos estar con ellos. Qué triste es ver a esos ancianitos consumiendo sus días con una caja llena de fotos en el regazo como únicos recuerdos de una vida de lucha para sacar adelante a esas mismas personas que ahora 'no tienen tiempo'.


Seguro que todos nos hemos esforzado mucho para llegar a donde estamos, a ser grandes abogados, empresarios, periodistas, ingenieros... pero lo que no podemos olvidar es que sin ellos, sin que nuestros padres o nuestros abuelos lo hubieran dado todo por nosotros difícilmente lo hubiéramos conseguido. Esto que digo seguro que lo sabe bien todo aquel que es padre o madre, aunque desgraciadamente muchos tienden a olvidarlo.  Como dice la anciana de esta carta a un periódico "la familia se forma para tener un mañana" y no para quedar olvidado como un trasto viejo, esto lo añado yo.