sábado, 8 de diciembre de 2012

En el paro y yo con estos pelos

Quedarte en paro es mucho más que perder un puesto de trabajo y un salario.

Una vez que estás fuera de tu empresa empiezan a rondarte unos demonitos que te agobian con mil y una cosa. Y que se comportan como unos anti-coach con el único fin de destrozar tu ya de por sí maltrecha autoestima.

Para empezar, los demonitos esos te restriegan una y otra vez que ya no eres nadie porque antes eras quien tu empresa quería que fueras, que ahora ya no tienes tarjetas con un logo que te respalde, que te tienes que hacer un correo electrónico personal, que ya no cuentas con un informático que te arregla el ordenador cuando se cuelga... y eso que en mi caso sigo teniendo móvil propio y coche.

También te meten en la cabeza que ir a inscribirte en la oficina del paro es difícil y pesado y que tú no lo vas a saber hacer, porque como nunca has estado en paro y siempre te has creído que eso era poco menos que ciencia ficción pues ahora tienes tu castigo teniendo que ir varias veces hasta que consigues que te den la prestación

Ese bichillo te recuerda a cada minuto que estás perdiendo el tiempo, que se te acabaron los caprichos, que tienes que apretarte el cinturón y que lo hagas de verdad porque si no serás una carga para tu familia… Total que te entra tal desesperación que ya no sabes si lo que tienes que hacer es encontrar trabajo para volver a estar en el candelero y traer un sueldo a casa o para librarte de ese diablillo malvado.

Pues bien para enfrentarme a uno de mis primeros miedos, ir a la oficina del paro, pensé que sería mejor hacerlo en el puente de la Constitución porque el día del medio, el 7, habrá menos gente.

La verdad es que esto de ir a apuntarme al desempleo se me iba haciendo cuesta arriba, me imagino que por culpa del diablillo. Me advirtieron en mi ex empresa que tenía que dejar pasar 13 días de vacaciones pero, claro, no se me ocurrió preguntar si eran días hábiles o naturales. Por ello, y tras hacer mil cábalas con unos y con otros y estar segura que o iría antes de tiempo o lo haría cuando se me hubiera ya acabado el plazo, me empezaba a agobiar. Además, estaba aquello de no saber qué hay que hacer.

Me informaron que la gestión se puede hacer por internet pero no es verdad del todo. Antes de nada hay que ir a apuntarse, allí a la oficina, y pasar por dos mesas, la de apuntarse propiamente dicha, y la de la Comunidad de Madrid, donde te preguntan qué sabes hacer y en la que yo sólo acerté a decir que tengo 29 años de experiencia como periodista. No es que sea idiota, sino que las preguntas son tan genéricas que es difícil encuadrarse en alguna de ellas. Menos mal que no tengo ninguna esperanza de que me encuentren trabajo.

La experiencia de ir a la oficina del paro fue toda una aventura. ¿A qué hora ir? Creía que abrían a las 9:00, pero claro, tenía que llegar antes por muy poca gente que pensara que iba a ver. ¿Y dónde aparcar? El primer día que fui -sólo para informarme porque fui incapaz de ponerme en ninguna cola (me sentía como un burro en un garaje)- aparqué en 'casa Dios' y tuve que andar durante más de un cuarto de hora. La siguiente pregunta estaba clara: ¿Qué papeles llevar? Los cogí todos, también me llevé un libro para pasar el rato y, claro, el paraguas, porque esa mañana caía agua-nieve, mi anorak más gordo, los guantes, la bufanda… Total que cuando salí de casa, sobre las 8:00 parecía que me iba de viaje más allá del polo.

La primera de mis preocupaciones se disipó pronto, tuve suerte y aparque cerca, efectivamente se notaba el puente. Pero al llegar a la oficina estaba cerrada, abrían a las 9:00, y… a esperar en la calle. ¡Te lo dije! Me susurré a mí misma, hacía un frío que pelaba. Bueno, me consolé, sólo tengo que esperar media hora y además sólo soy la décimo quinta. Al rato salí de allí con la sensación de haber cumplido y con un peso menos en mi mochila… es que, también, me había olvidado el paraguas.

Esta historia es completamente real pero está inspirada en el libro de mi amiga Concha Zancada y sus colegas: Punto y seguido de editorial Empresa Activa, una lectura recomendada por la Asociación Española de Empresas Privadas de Recolocación y Empleo (ANEPRE).