viernes, 15 de enero de 2021

¿Qué hijos vamos a dejar en este mundo?

Una pregunta muy recurrente y que se oye mucho en estos tiempos de crisis es esa de: “¿qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos?“. A mí me gusta hacer una reflexión cada vez que la oigo y siempre llego a la misma conclusión: no será más acertado darle la vuelta y meditar sobre: “¿qué hijos vamos a dejar en este mundo?“.

De lo que la mayoría está de acuerdo es que esta crisis ha llegado no solo por problemas económicos sino también por problemas morales. Es decir, padres que en su afán de ganar dinero para conseguir una casa mejor, un coche más grande, un viaje más largo.... no sólo se endeudaron hasta la médula sino que gastaron (o desgastaron) todo su capital moral en su oficina, despacho o fábrica para subir su autoestima monetaria creyendo que la cuidadora de turno o el colegio de pago podría cubrir las deficiencias del cariño no dado, de la preocupación no invertida. Y así, nos hemos encontrado de golpe y porrazo a niños que ‘saben latín’ antes de llegar a Secundaria, adolescentes que se comportan como adultos sin carné, o jóvenes que hacen de su máxima el todo vale y el fin justifica los medios.

A cuento de este tema, el profesor y escritor español Leopoldo Abadía escribe un delicioso artículo que paso a reproducir en parte y en el que reflexiona sobre la crisis de valores que impera en estos tiempos: “Mis padres –escribe Abadía- fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa... Y me exigieron mucho. Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron: 1. La guerra civil española 2. La segunda guerra mundial 3. Las dos bombas atómicas 4. Corea 5. Vietnam 6. Los Balcanes 7. Afganistán 8. Irak 9. Internet 10. La globalización. Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. (-) ¿Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar! Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. (-) Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos. (-) A mí me gustaría que mis hijos (-) y los tuyos y los de los demás fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales. Lo que por ahí se llama "buena gente". Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos…“