Ya en los primeros días de
diciembre empiezo a oír la misma cantinela cuando se alude a las fiestas de
Navidad. “A ver si pasan pronto”, “no me apetece nada”, “me aburren”, “me
ponen triste”...
A mí se me ocurren algunas razones
por las que pueden no gustarnos las fiestas de Navidad. Para empezar, la más
obvia, porque recordamos a nuestros seres queridos que ya no están y con
quienes no podemos celebrarlas. Esto hay que analizarlo bien, porque nuestros
seres queridos que ya se han ido, han faltado de nuestras celebraciones y de
nuestro día a día durante todos los días del año, pero nunca he oído a nadie
decir: “no me gusta el mes de agosto porque me acuerdo de los veraneos con mis
abuelos”, por ejemplo. O, “no me gusta
ir de boda porque recuerdo a mis padres en la mía”. Os invito a reflexionar sobre estos ejemplos.
Hay otra cuestión en el aire que
además está muy ligada al componente religioso de estas fiestas y que, creyente
o no, lo sentimos dentro: ¿Y si no nos gusta la Navidad porque se nos agita la
conciencia? Es decir, que nos damos cuenta de que ha pasado ya un año desde que
nos propusimos dejar de fumar, ir al gimnasio, adelgazar cuatro kilos, aprender
inglés… o, simplemente, ser mejores personas, y no lo hemos cumplido. ¿Y si es
por eso por lo que nos ponemos tristes?
También se me ocurre que no nos
gustan estas fiestas porque parece que se nos invita a ser mejores y eso a
veces rasca el alma, porque en estos días tenemos que ir a ver a esa tía anciana
que está en una residencia, que no hemos visitado en todo el año y ahora
tampoco nos apetece pero parece obligado, o porque por todas partes nos piden
caridad y generosidad para los menos afortunados. O porque recordamos que
nuestra vena solidaria está más muerta que viva y nos excusamos en que la
crisis nos tiene sin blanca… Sí, esos son otros motivos por los que no nos debe
gustar la Navidad.
Claro, que también, y después de
esta reflexión pienso que lo mismo eso de decir que no nos gusta la Navidad es
todo un postureo, una pose que queda bien. Porque, de momento, no he visto a
nadie que renuncie a los días de fiesta, a los regalos, a las comilonas, beberías
y demás celebraciones que conllevan estas fechas.
En fin, que como siempre,
terminamos el años despotricando pero, eso sí, con una buena copa de champán y
algún que otro langostino o trocito de turrón que llevarnos a la boca.
----- Este post lo escribí en la Navidad de 2013 pero ahora me apetece recuperarlo, creo que sigue estando muy vigente. ¿A ti que te parece? Dame tu opinión, por favor.
----- Este post lo escribí en la Navidad de 2013 pero ahora me apetece recuperarlo, creo que sigue estando muy vigente. ¿A ti que te parece? Dame tu opinión, por favor.