Nos quejamos de
que en estos tiempos ya nada es como era. Que hay una crisis de valores, que no
hay educación, que ya no quedan principios. Es verdad. Lo vemos a diario en cada
esquina, en el trabajo, en el autobús, en el supermercado... y,
desgraciadamente, también a veces en nuestra propia casa.
Esta
transformación de la sociedad tiene muchas fuentes, me parece a mí. Pero hay
una que me llama mucho la atención, el nuevo cine, las nuevas serie, la nueva
literatura. Me explico. Resulta que antes en cualquier historia de ficción, en cualquier formato, al final siempre ganaban los buenos. A ver, no quiero decir que todo
fuera de color rosa. Había dramas y tragedias, claro, pero siempre el bien prevalecía sobre el mal.
Sin embargo, de
un tiempo a esta parte se ha puesto muy de moda que los malos sean los protagonistas.
Como prueba baste un botón, que diría mi abuela, House of Cards, todo vale para
llegar a lo más alto del poder. Pero es una cosa generalizada. Ahora, para tener éxito hay que alabar sin ningún pudor las artimañas para lograr lo que se desea.
Esta tendencia, que también la estoy
viendo en la nueva literatura (Falcó, de Pérez Reverte, por ejemplo), cuenta historias en las que los malos son
los que empatizan con el lector, son aquellas personas a las que parece que hay
que perdonar -o imitar- porque los buenos no son muy simpáticos... O, a veces, porque no sencillamente son los menos malo por ausencia de lo correcto.
En esta crítica que hago de los nuevos mensajes que desde los medios de entretenimiento llegan a la sociedad tengo que referirme obligatoriamente a los programas basura. Esos mal llamados 'realitis' que
airean los rincones más oscuros de la vida de las personas desde la pequeña pantalla, una vida que muchos anhelan imitar. Pero de esto ya se ha hablado sobradamente sin mucho éxito, la verdad.
No sé. Esta tendencia a ensalzar las malas prácticas me
parece preocupante y peligrosa y desde luego un tema para reflexionar. Porque no sé si esta nueva sociedad en la que vivimos y de la que
nos quejamos por su falta de humanidad será un reflejo de esas nuevas
historias con las que nos bombardean a diario. Ya se sabe el poder que ejercen los medios en una sociedad que no está acostumbrada a pensar.
Lo malo es que quizá sea al revés, que esa deriva de la sociedad sea imitada por las historias de ficción, lo que desde luego es para echarse a temblar.